Todo esto comenzó con mi papá, Don Miguel Paillao, y su espíritu emprendedor. Él era del interior de Temuco, hacia el campo, en la comunidad de Renaico. Se vino a Santiago hace 50 años, y comenzó a trabajar en diversos rubros (peluquero, zapatero, carpintero, entre otros oficios), siempre entregando un servicio de calidad e inculcandonos esa dedicación.

A medida que pasaba el tiempo y mientras él trabajaba en su taller, a la edad de 8 años, comencé a ayudarlo, mirando y aprendiendo cada oficio que realizaba, y sin saberlo me convertí en su aprendiz. Dentro de todos los oficios que aprendió y ejerció en su vida, el que más lo marcó, fue la carpintería y mueblería.

Pasó el tiempo, crecí y comencé a trabajar en una empresa de cortinaje en 1985.

A raíz de las necesidades de los clientes que se iban presentando en mi nuevo trabajo, me fui expandiendo en distintas áreas relacionadas a la decoración en el proyecto paralelo junto a mi padre. Le fui tomando cariño a lo que logramos juntos, y me di cuenta que habíamos formado una sociedad, entonces, yo recibía las solicitudes de los clientes, y él realizaba los pedidos en carpintería. En ese tiempo yo no era muy entendido en el tema y sólo me dedicaba a lo mio, el cortinaje; pero le fui tomando el gusto y aprendiendo sobre la madera.

En un punto me di cuenta que estaba siguiendo los pasos de mi padre, sus raíces, sus valores y sus oficios. Finalmente formalizamos nuestro trabajo, dijimos –” lo tenemos que profesionalizar”-, debido a las muchas solicitudes y recomendaciones de nuestros clientes, despertó la confianza para independizarnos y continuar con un hermoso legado de trabajo familiar hecho con el corazón.En esta empresa; en este viaje de hacer lo que te gusta como trabajo; sentíamos ese empuje, cariño y apoyo de nuestros clientes; su compromiso y satisfacción con nuestra entrega en cada proyecto. Todo ésto formó las bases de lo que hoy entrega Dekorígenes.